Art deco en México
El déco fue capaz de descubrir el modo de ser, los símbolos y la identidad de una sociedad que, habiendo vivido una revolución, demandaba cambios totales de contenido y continente. Con todo esto, el insistir en que el déco es sólo puente entre hitos supone, a mi modo de ver, una mirada ahistórica, en la cual se vería, en un extremo, una cultura sólida producida por la rica sociedad porfiriana, con sus palacios diseñados por arquitectos europeos y una academia que ejercitaba a sus alumnos en el dibujo de los grandes estilos de la historia, y, por el otro, treinta años después, un México en pleno ingreso a la industrialización haciendo arquitectura internacionalista, heredera en gran medida de la arquitectura racionalista europea. Y, ¿en medio?. ¿El tiempo suspendido de una sociedad que no sabe lo que quiere y no tiene idea de cómo dibujarse a sí misma? Todo lo contrario, esta sociedad mexicana sí sabía hacia dónde marchaba y cómo quería vivir, tanto en su entorno urbano como en la privacidad de su casa. A esta voluntad de vida cotidiana, alejada del dogmatismo estilístico nacional e internacional, fue a la que dio respuesta la arquitectura déco.
Frente a ella había una sociedad posrevolucionaria que demandaba una identidad congruente con la actualidad de la transformación, que buscaba "metropolisarse" porque contaba con la voluntad, con los recursos económicos y con la claridad de una imagen que se dibujaba con trazos tomados del exterior. Queda claro que la línea neocolonial fue insuficiente para convertirse en la verdadera aportadora de la imagen de identidad, fue más bien un acto de fe que cumplió con un objetivo a corto plazo, pero que desde sus inicios no ocultó las profundas contradicciones que nunca pudieron ser resueltas.
La historia misma pudo, mediante ingeniosas soluciones arquitectónicas, ubicarse dentro de la composición del conjunto, pero no en forma de añadidos a posteriori, sino como parte inherente del edificio.
El estilo sigue siendo criticado, entre otras cosas, por no haber contado con un proyecto teórico y por su proclividad al ornato; a cambio de ello, dispersó por las más importantes ciudades del país (Monterrey, Puebla, Torreón, Mérida, etc.) construcciones excepcionales. Me atrevería a afirmar que del centro de la República al norte, la gran mayoría de las ciudades económicamente importantes durante este periodo cuenta con alguna prenda déco.
Hacer por otra parte arquitectura funcionalista, la pregonada por O’Gorman y Legarreta, respondía a la necesidad de dotación masiva de vivienda que la gran población mexicana demandaba; ésta era la posición de "vanguardia". Sin embargo, fue una arquitectura que eliminó de su discurso el contenido estético, logrado mediante la composición y el uso de los materiales de la historia y de la tradición vernácula; esta fue en los años cuarenta la gran arquitectura nacionalista que se ufanó de haber construido el México moderno. Esta alternativa de "vanguardia" pronto entró en crisis, al percatarse de que había abandonado recursos arquitectónicos necesarios también para la satisfacción de la emotividad del usuario.
Los fraccionamientos habitacionales de los años veinte en México
El proceso de dispersión amplia de la modalidad déco coincidió con las urbanizaciones para vivienda de clase media que se iniciaron a mediados de los años veinte en el suroeste del centro de la ciudad de México. El caso más relevante es el de la colonia Hipódromo-Condesa, donde se inició la venta de lotes en 1927. El arquitecto José Luis Cuevas fue el autor del proyecto urbano y la arquitectura de mayor calidad se debió al trabajo de dos diseñadores: el arquitecto Juan Segura (asociado con el ingeniero Ricardo Dantan) y el ingeniero y arquitecto Francisco J. Serrano. Comercialmente, el fraccionamiento estuvo dirigido hacia un sector de la clase media integrado por jóvenes familias de profesionistas y burócratas.
El acceso a los créditos hipotecarios para la adquisición de una casa ya construida le permitía, por un lado, no depender más de la oferta inmobiliaria del Centro Histórico –cuyas viviendas resultaban reducidas para el nuevo tipo de aspiraciones– y, por el otro, integrarse a un nuevo estatus social, lo cual significaba poder vivir en una zona moderna, con una arquitectura absolutamente distinta a la del centro de la ciudad y con la posibilidad de capitalizar sus ahorros. De esta manera, los fraccionadores, en combinación con los arquitectos, promovieron la ocupación de las nuevas colonias, y los usuarios accedieron a los barrios modernos, que no correspondían ni al historicismo porfiriano de colonias como la Roma, la San Rafael o la Santa María, ni a las limitaciones de servicios modernos (energía eléctrica, agua corriente, cocheras) del centro de la capital.
De esta manera, mediante un proceso de amplia extensión, el déco (la arquitectura moderna de aquel entonces) se dispersó, recalcando así que ésta era la posibilidad para vivir con el confort y la imagen que correspondía a la modernidad. La morfología, sobre todo en los edificios departamentales, dio lugar a un modelo que en sí mismo se convirtió en esquema de significación: fachadas con amplios paños, ventanería rectangular, acceso remetido y con sombreado profundo provocado por una marquesina; en los interiores, un ambiente de elegancia logrado con pisos de mosaico formando dibujos geométricos, aplicaciones de herrería con diseños lineales, iluminación eléctrica proveniente de lámparas y de focos en cornisas, mobiliario con soportes tubulares cromados, revestimientos de tela afelpada y trabajos en madera con un cuidadoso tratamiento de vetas y tonalidades.
La composición arquitectónica
A mi modo de ver, hay tres elementos que son claves para la comprensión de los principios constitutivos del estilo:
1.- Su relación con la tecnología del cemento,
2.- El concepto de organización espacial expresado en la disposición de plantas y
3.- La composición de fachadas.
La mercadotecnia del cemento. La tecnología constructiva del concreto armado [...] fue un factor muy importante para que la arquitectura del siglo XX explorara y consolidara una vasta cantidad de posibilidades estructurales insospechadas hace apenas cien años. México, por supuesto, no se mantuvo ajeno a este proceso, y los primeros casos de empleo de este material coinciden con el inicio de este siglo. El interés por incorporar el tema del cemento en este ensayo sobre el déco no supone darle al material una condición excluyente respecto a las otras modalidades constructivas, sino proviene del programa de mercadotecnia empleado por los fabricantes de cemento, quienes para demostrar el cómo y el porqué del uso del material impulsaron la circulación de imágenes y de ideas que, paulatinamente, fueron dando lugar a las formas que, con el paso del tiempo, constituyeron el estilo déco.
Art noveaou en México
Las características del Art nouveau
El Art Nouveau fue un movimiento que se desarrolló principalmente en el campo de la arquitectura y de las artes decorativas entre 1894 y 1910. Inscrita dentro del llamado Modernismo europeo, esta corriente adoptó distintos nombres según las ciudades en las que hubo talleres representativos (Bruselas, París, Nancy, Viena, Barcelona, Nueva York, Glasgow y otras). Sin embargo, fue la denominación Art Nouveau, dada por Henry van de Velde en 1894, la que se impuso con el tiempo.
El Art Nouveau nació como una reacción polémica contra el academicismo y el eclecticismo del siglo XIX y no se enseñó en las academias. Más bien, se desarrolló en los talleres de artesanos, cuya inquietud era crear objetos que ofrecieran simultáneamente una utilidad práctica y un estímulo estético a los sentidos, característica ausente en los objetos producidos masivamente en las manufacturas industriales de la época.Rechazando los estilos anteriores, los creadores del Art Nouveau tomaron su inspiración en los motivos y colores de la naturaleza (flores, conchas, ramas entrelazadas, nubes, humo, libélulas, mariposas, criaturas marinas, etc.) así como en la figura de la mujer, presentándola en su plena juventud, fuerte, sensual, semidesnuda, ofreciéndose provocativamente triunfadora a los ojos de quienes la contemplan.
La circunstancia social que vivió la ciudad de México durante la última década del siglo XIX estimuló el acercamiento de artistas e intelectuales a las novedades vigentes en Europa central. Así fue como ciertas modalidades del llamado Modernismo llegaron a la literatura, la arquitectura y las artes decorativas del cambio de siglo. Si bien podría ser aventurado hablar de un movimiento Art Nouveau mexicano, sin embargo, se tiene la certeza de que en México se vendieron algunos objetos franceses pertenecientes a esta corriente, en tiendas como la Cristalería de Plateros y G. Hildebrand y Cía, ubicada en la actual calle Madero.
En cuanto a la arquitectura, se construyeron numerosos edificios y casas con fachadas y decoraciones interiores que retomaron elementos de dicho estilo, lo cual nos permite suponer que los modelos Art Nouveau tuvieron aceptación en la sociedad mexicana de la época por lo exquisito de sus composiciones y por su atrevimiento formal. Varios ejemplos sobreviven en la colonia Roma y el Gran Hotel de México (Ex -centro Mercantil) todavía conserva su elevador estilo nouveau..
La Casa RequenaSin duda alguna, uno de los mejores ejemplos que existen para ilustrar el gusto y la aceptación que tuvo el Art Nouveau en México son los muebles de la Casa Requena. Hacia 1905, esta mansión, ubicada en la calle de Santa Veracruz no. 43, fue completamente decorada y amueblada en el estilo Art nouveau por su dueño, José Luis Requena, con la ayuda del artista catalán Ramón P. Cantó y unos artesanos mexicanos. Hoy en día, gran parte del ajuar de esa casa se encuentra expuesto en el Museo Quinta Gameros de Chihuahua. La exposición Art nouveau en México presenta una sección en la cual se exhiben los muebles originales de la Casa Requena, como las recámaras "del pavo real" y "de la caperucita roja", entre otros.
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